La ascensión a la montaña sería un reto si no fuese porque unos buenos amigos nos llevasen en su camioneta hasta el centro de esquí. Nos habían contado que aquí, hace ya algún tiempo, se construyeron unas pistas de esquí para uso y disfrute de las clases más pudientes de Bolivia, en su afán de practicar un deporte muy alejado de los hábitos y costumbres de un pueblo mayoritariamente indígena y con escasos recursos, nada aficionada a los deportes de nieve y si, en cambio, en poder dar de comer a sus hijos. Hoy por hoy nada queda ya, la nieve derretida sólo deja ver piedras y el cambio climático ha permitido que todos que lo deseen puedan visitar el Chacaltaya.
Aquella mañana nos habíamos levantado muy temprano,desayunamos nuestro mate de coca habitual y compramos algunas botellas de agua. Miles de coches intentaban avanzar en un caos musical de gritos y de bocinas por unas calles estrechas y sucias, los semáforos no funcionaban y nuestros amigos llegarían tarde. Esta sería nuestro primer día en la ciudad de La Paz, con sus 3650 metros de altitud, y que respirábamos gracias a las hojas de coca que habíamos comprado en Copacabana, un pueblo en la frontera con Perú y a orillas del laco Titicaca.
Una vez ya en la camioneta salimos dirección a la ciudad de El Alto, de aquí nos desviariamos por carreteras secundarias y atravesando pequeñas aldeas empezamos nuetra ascensión por un camino de curvas y a nuestro alrededor solo se ven piedras y polvo. Tenemos frio y muchas dificultades para respirar, nuestro corazón se acelera pero en cambio sentimos una gran emoción por llegar a la cima. Nos bajamos y empezamos a andar, tan sólo unos cientos de metros nos separan del punto más alto que hemos estado en nuestra vida, no somos escaladores pero sí sabemos disfrutar de las montañas
Aquella mañana nos habíamos levantado muy temprano,desayunamos nuestro mate de coca habitual y compramos algunas botellas de agua. Miles de coches intentaban avanzar en un caos musical de gritos y de bocinas por unas calles estrechas y sucias, los semáforos no funcionaban y nuestros amigos llegarían tarde. Esta sería nuestro primer día en la ciudad de La Paz, con sus 3650 metros de altitud, y que respirábamos gracias a las hojas de coca que habíamos comprado en Copacabana, un pueblo en la frontera con Perú y a orillas del laco Titicaca.
Una vez ya en la camioneta salimos dirección a la ciudad de El Alto, de aquí nos desviariamos por carreteras secundarias y atravesando pequeñas aldeas empezamos nuetra ascensión por un camino de curvas y a nuestro alrededor solo se ven piedras y polvo. Tenemos frio y muchas dificultades para respirar, nuestro corazón se acelera pero en cambio sentimos una gran emoción por llegar a la cima. Nos bajamos y empezamos a andar, tan sólo unos cientos de metros nos separan del punto más alto que hemos estado en nuestra vida, no somos escaladores pero sí sabemos disfrutar de las montañas